“Mientras la humanidad parece ir en camino a querer despedazarse unos a otros, en estériles enfrentamientos, sin saber bien por qué, siguen naciendo niños en el mundo”. Esta frase irrumpió de golpe en mi cabeza al terminar de ver esta inspirada y lúcida nueva pieza teatral de Javier Daulte. El sonido, alude al sonido o el ruido, o el zumbido que provoca un grupo humano, compuesto por familiares, amigos, conocidos, socios creativos. Los personajes resultan por demás atractivos. Con breves trazos, estás criaturas que pueblan la escena están muy bien delineadas. A la vez resultan claramente reconocidas para una platea urbana, que podría decirse, sin demasiado esfuerzo puede `espejarse` en algunos de estos hombres y mujeres, algunos más jóvenes, otros ya mayores. Pero todos atractivos y reconocibles a partir de los conflictos que exponen y que les permite aliarse con algunos, enemistarse o confrontar con otros.
El sonido, tiene un elemento clave, que es el detonador que va ir produciendo el crescendo de la historia. Ese elemento que permite hacer girar el conflicto de unos a otros, es un objeto encerrado en una valija, es como un recopilador de la memoria de la humanidad. Así es vendido ese objeto que trae a este grupo humano, un sujeto de características tan insólitas, como divertidas, tan artificiales, como atractivas, él es un sueco, un emigrante que `desentona` en medio de esa fauna local. Pero lo curioso es que todos intentan relacionarse con él, atravesarlo, modificarlo, transformarlo, con lo que le proponen.
Todo resulta paradójico y muy divertido en esta nueva creación de Javier Daulte, convertida en una disparatada y compulsiva comedia satírica de enredos. La pieza propone casi una exasperación constante, ritmos entrecortados y cambios continuos de situaciones, dando lugar a una especie de vidriera de especímenes humanos reconocibles. Están el hermano empresario, un inconformista de raza; su ex, una actriz de éxito, intolerante e impaciente; la hermana mayor otorrinolaringóloga y cada vez más sorda; la hermana menor que vive en la vieja casa familiar y dice que en el sótano escucha la voz de su madre muerta; una diputada más bien de centroderecha y dos músicos, un rockero algo mayor que destila algo de resentimiento y el otro más joven que parece estar preocupado por salir o no del closet: es gay. Todo ellos conforman un grupo de intérpretes muy bien diseñados por el director, tanto en la exigencia de un continuo accionar en el espacio escénico, como cuando están afuera, a los costados del espacio de la acción propiamente dicha. Ya que cada uno también cumple la función de ponerle los más variados sonidos, a los gestos y movimientos que complementan la acción de los que protagonizan una u otra escenas.
Bajo este formato, el amplio y atractivo espacio, con esa arquitectura de estilo industrial que identifica a la sala de Espacio Callejón, se transforma en una gran caja de resonancias, en una fábrica o laboratorio teatral, en el que el espectador puede ver el backstage, o los hilos con los que se elabora, se crea el artificio que da vida a una obra teatral. La ilusión, ese elemento ficticio que da lugar a la historia de la que se es espectador. Ese todo en constante movimiento, de situaciones breves, pero certeras que cada una cierra en sí misma, es como el tic tac de un reloj, que nos salpica con su humor. A la vez nos invita a reflexionar sobre nosotros mismos por la identificación que producen estas criaturas tan humanas, como en emergente estado de conflicto consigo mismas y con los otros, o nos provocan risas, algunas nerviosas por qué no.
El sonido tiene cierta connotación bíblica, referida a aquello, tal vez, de que se escuchó la voz de aquel que guio a la humanidad. O se escuchó ese sonido que proveniente de un más allá, sembró la unión o el terror. Este elemento paradójico que le da un toque fantástico a la trama, tiene su correlato con otras dos piezas de Daulte: Gore (2001) y ¿Estás ahí? (2004). En la primera dos seres de otro planeta provocaban todo tipo de desquicio en un grupo humano, ya de por sí inmerso en sus propios desentendimientos. En tanto que en ¿Estás ahí? un elemento de ciencia ficción, un alguien invisible que parecía compartir o irrumpir en el espacio en el que convivían la pareja protagónica, provocaba las más desopilantes situaciones.
En verdad ese `objeto` u `objetos` que irrumpen en escena, modifica o transforma el relato y a sus personajes, no deja de ser otra cosa que el conflicto que detona y enriquece esa sucesión de situaciones que redondean la propuesta. Si en las mencionadas cada situación exigía del espectador estar muy atento a lo que les sucedían a los personajes, acá ocurre lo mismo. Con el agregado que en El sonido aparecen otros elementos, como el humor atravesado por la angustia; el sórdido sentimiento de la pérdida que cuando aparece provoca cierto paroxismo y no sabemos qué hacer con ella; el constante estado de desasosiego de no saber qué se quiere y la ceguera de no querer ver lo que nos rodea, o a los otros, sin cuestionarlos. Un tejido que con gran destreza creativa y de escritura Javier Daulte va exponiendo a través de una trama que se vuelve `tintineante` en el espacio escénico, salpica todo el ámbito de manera constante, por instantes agota y obliga a reaccionar en su silla a los espectadores, a través de la risa, o de recapitular recuerdos de su propia existencia. En estos tiempos de hoy, ese extranjero que irrumpe (que también de un modo más moderno podría aludir a lo novela de Camus), ese emigrante que pareciera llegar con afán oportunista a la Tierra Prometida y termina siendo víctima de una circunstancia inesperada, al ser superado por su propio invento, bien puede referir a eso `desconocido` que nos atraviesa hoy y provoca inusuales interrogantes, como ¿el modelo en el que vivíamos y aparentemente éramos felices no va más? ¿la humanidad hoy es otra, porque tanta desdicha, tanto odio, tanto enfrentamiento, tanta fake news, tanta guerra?. ¿Esa caja de Pandora, que cuando se detona termina dejando casi paralizados a todos repensándose a si mismos, ya que les propone recuerdos y archivos existenciales de otra época, es ese nuevo monstruo, al que hoy se promociona como la llamada I.A. que nos va a destrozar a todos? Lo cierto, lo concreto, lo palpable es que Javier Daulte y su más que valiosa troupe de intérpretes (Ramiro Delgado, Luciana Grasso, Silvina Katz, Paula Manzone, Agustín Meneses, Marcelo Pozzi, William Prociuk, María Villar, Dana Basso) a los que individualmente y por las personalidades que cada uno ha cincelado, esculpido en sí mismos, resultan inolvidables, es que como espectadores, nos hacen ver, nos espejan, en parte, como somos, con nuestros pro y nuestros contras. De este modo el teatro vuelve a conformar a aquella famosa Polis, de la que hablaban los griegos. Un último interrogante ¿seremos capaces de cambiar, de escuchar y ser escuchados, de cesar nuestros odios hacia el otro? ¿O desearemos lo mismo que Mark Zuckerberg propone por estos días: querer crear su propio avatar y habitar para siempre el Metaverso? El tiempo responderá. Gracias Javier Daulte y equipo!!!
Calificación: Muy buena
Juan Carlos Fontana
Ficha Técnica:
EL SONIDO, autor y director Javier Daulte. Dramaturgista: Diego Morán Vera. Intérpretes: Ramiro Delgado, Luciana Grasso, Silvina Katz, Paula Manzone, Agustín Meneses, Marcelo Pozzi, William Prociuk, María Villar, Dana Basso. Iluminación: Sebastián Francia, Escenografía: José Escobar, Vestuario: Ana Markanian. Música: Fernando Albinarrate. Fotografía: Atomobit. Sala: Espacio Callejón, Humahuaca 3759. Funciones: martes, a las 20. Duración: 120 minutos. Entradas: $3.500 y $3.000 estudiantes y jubilados, compra por www.alternativateatral.com