Luis Ortega es como el Rimbaud del cine. Sus films tienen la virtud de explorar lo imprevisible del ser humano. Esta es, quizás, su película más inquietante, porque se lanza a absorber y mostrar herencias y analogías, que beben de su propia matriz. Acá hay reminiscencias de Caja negra (2002), su opera prima, hasta de El Angel (2018).
Cuando nos referimos a Rimbaud, es porque en El Jockey, Ortega, incluye vertientes surrealistas, sin temor a jugar a la muerte y resurrección. En Nahuel Pérez Biscayart, su protagonista, encontró a su alter ego ideal para “atreverse” a exponer las aristas más ríspidas de una identidad, que refieren no sólo a cambiar de sexo.
Luis Ortega intenta conformar al público más tradicional, dándole en la primera parte el condimento de algunos cánones tradicionales. Esto tiene que ver con un relato a contar. Su protagonista, Remo Manfredini, es un jockey, que trabaja para un mafioso: Daniel Giménez Cacho (Zama, de Lucrecia Martel), al que a su vez acompañan tres mafiosos, estupendos: Daniel Fanego, Osmar Núñez y Roberto Carnaghi. Pero poco o mucho podrán hacer estos émulos de El Padrino, con un pibe tan imprevisible como Remo, acostumbrado a salta al vacío, o desafiar lo cotidiano cuando se emborracha o ingiere ketamina.
Lo cierto es que en sus tramos más reconocibles Remo, va a correr una carrera, con un caballo que han traído de Japón, pero eso al muchacho poco le importa y termina estrellando al animal en una cerca. Poco después, él también va a parar a un hospital y con pocas vías de recuperación. Pero Remo parece tener muchas vidas y sale transformado. Y lo hace convertido en una delgada señora con tapado de piel y un bolso. Más allá de ponerle un disfraz a su protagonista para que continúe su alocada travesía en el film ¿qué se habrá preguntado Luis Ortega al proponer esta imagen? El cineasta, un outsider creativo sin límites, plantea ciertos interrogarse en su película ¿si somos un misterio insondable hasta para nosotros mismos, en verdad quiénes somos? Entonces lo mejor es jugar, atreverse a abrir esas compuertas de la sociedad rígida que habitamos. El filme habla de esa fluidez necesaria que necesita el ser humano, para moverse dentro de una comunidad encorsetada, llena de “no se puede”. Y Ortega se pregunta a través de su relato ¿por qué no? El cine es un arte en el que se permite todo: Godard, Herzog, lo hicieron.
Ortega bebe de las vertientes surrealistas de un Buñuel, pero a su vez incluye el tono florido y ambiguo de un Almodóvar. Si bien Nahuel Pérez Biscayart (el creativo intérprete de 120 Pulsaciones por minuto) es el eje de este relato, que por instantes parece perder el rumbo, si lo observa un espectador demasiado racional; a su lado Ursula Corberó, le aporta la magia de convertirse desde una femme fatal del turf, hasta una tierna damisela, que intenta encontrar en Remo, a su partenaire ideal. La iluminación de Timo Sal Minem, que trabajo con Aki Kaurismaki, le aporta el majestuoso clima surreal, taciturno y por instantes pesadillesco que este film creativo y caprichoso exigía.
Calificación: Buena (publicada en diario Perfil)
Juan Carlos Fontana
Ficha técnica:
EL JOCKEY. Título original: Kill the Jockey. Dirección: Luis Ortega. Guión: Luis Ortega, Rodolfo Palacios y Fabián Casas. Intérpretes: Nahuel Pérez Biscayart, Ursula Corberó, Daniel Giménez Cacho, Mariana Di Girolamo, Daniel Fanego y Osmar Núñez. Origen: Argentina, México, España, Dinamarca y Estados Unidos (2024). Duración: 96’. Gentileza Star Distribution.