“Escritor fracasado”, de Roberto Arlt, adaptado al teatro por Diego Velázquez y Marilú Marini, es un cross a la mandíbula de la mediocridad argentina

Roberto Arlt (Buenos Aires 1900-1942) rompió con los moldes de la literatura argentina de su época. Precursor de un realismo costumbrista, por momentos sucio, supo crear una ficción, extraída de sus inquisidoras observaciones de los desposeídos, en la Argentina de aquellos años.

Un escritor que hoy se lo calificaría con ese término tan contradictorio con el que se define lo popular, Arlt, quizás, no lo sabemos, escribió por desesperación ¿qué escritor no lo hace? por la necesidad de buscar el reconocimiento en ese deforme espejo humano que él tomaba como referencia para sus escritos.

DECISION ACERTADA

El Cervantes. Teatro Nacional Argentino, tuvo la acertada  decisión de incluir en su programación la versión escénica, adaptada por su único protagonista Diego Velázquez en el papel del escritor y Marilú Marini, en su debut como directora,
de “El escritor fracasado” (1933, incluido en el libro El jorobadito). El resultado es verdaderamente sorprendente por dónde se lo mire, en principio porque su adaptación se ajusta más que bien a los tiempos que corren, y con lucidez Velázquez y Marini supieron aggiornar aunque mínimamente a un hoy, la esencia imaginada por Arlt. Acá hay escasísimos elementos “traducidos”, a la actualidad, en todo caso, mucho de lo que se expone fue mostrado con elementos escénicos que aluden al presente, desde la misma performance que lleva adelante el intérprete. A la vez que, con original acierto la escenógrafa y vestuarista Oria Puppo, supo unir el ayer y el hoy, partiendo de lo que le proponía la misma arquitectura de ese ex salón, o foyer que es la sala Luisa Vehil, tapizado con telas en sus paredes y terciopelos y en plena etapa de restauración.

UN ESCRITOR ESPERA

El contraste de elementos se produce desde el mismo ingreso a la sala, cuando el actor vestido con camiseta, calzoncillos y una bata, como si estuviera a punto de vestirse para salir, recibe al público y dialoga y hace bromas con los espectadores. Eso de movida rescata la necesidad de cercanía con sus interlocutores con los que se propuso dialogar y establecer una empatía o rechazo, da lo mismo, dado el tipo de personaje del que se trata: un hombre que se regocija en su fracaso con la soberbia y la angustia, precisamente, de aquel que no encuentra un bote al que asirse para no ahogarse en medio de las aguas embravecidas de un huracán.

LA “ESTETICA DEL EXIGENTE”

Arlt no fue un escritor fracasado, todos lo sabemos,  ya sea como cronista en Crítica, o autor de sus novelas, pero sí es cierto que el reconocimiento le llegó tarde. Desde esta paradoja su protagonista se va a apoyar en un tono en el que se mezcla la sátira y la farsa zumbona para ir expresando sus “excusas” muy bien argumentadas y buscar cómplices para su angustia del papel en blanco.

Entre ese vendaval de excusas es capaz de apelar a la frustrada creación de una “Estética del exigente”, como él mismo dice: “en base a un cóctel de cubismo, fascismo, marxismo y religión”, que le permite reunir una cofradía de jóvenes dispuestos a treparse a cualquier éxito del momento, lo que le permitió al personaje cómo él mismo lo dice, volver a ser adulado por el mundillo intelectual del exitismo, al que él precisamente despreciaba.

Lo cierto es que en esta especie de travesía por la existencia de un “escritor fracasado”, el espectador es testigo de esa tormenta de odio y petulancia, hipocresía y sinrazón de un hombre, al que como a cualquier mortal lo aterra el vacío de su existencia, cuando ya casi no se reconoce la identidad y surge la temible pregunta de ¿quién soy, para qué estoy acá?

En el trasfondo del relato, se desprende algo de lo que no se habla, pero está latente, que es: ¿a quién consideramos, o respetamos como alguien a imitar, a apoyar, a respetar o a tomar como referente de nuestras vidas, si es que acaso lo necesitamos? La dolorosa respuesta es que tal vez no existe ese alguien, esto es lo que nos da a entender esta especie de “dandy”  trasnochado que es el personaje de Arlt, el que no escatima en mostrar y confesar sus costados más sórdidos ya
no como artista, político, o escritor, como ser humano.

COMPROMISO Y ENTREGA

Estos contenidos y muchos más que mejor no revelar son expresados con maestría a través de la  “magnética” actuación de Diego Velázquez.

Pocas veces un actor consigue componer un personaje a este nivel de entrega, de compromiso y con una exposición, que si bien lo exige el papel, sólo un gran intérprete es capaz de sobrellevar y salir airoso.

Velázquez se deja atravesar por el personaje y lo hace sin ningún pudor, ante determinadas exigencias de la dirección y eso es algo que se le agradece, a la vez que es capaz de cantar, y se lo ve cómodo en el escenario y midiendo en sus silencios cargados de ironía, la reacción del público que lo acompaña. Esa radiografía que él hace de un ser inmerso en la impotencia de su fracaso, de su “mente en blanco” es realmente excelente. Velázquez entre sus innumerables papeles para el teatro, también hizo en televisión el personaje de Erdosain de “Los siete locos”.

SABER DIRIGIR

Marini, en el papel de directora primeriza se preocupó por dotar a su actor de las herramientas necesarias que le permitieran la acción, el desplazamiento y cambios de ritmos con comodidad, porque ¿acaso no hay algo más agradable de ver en escena que a un actor desplazándose por el escenario como si estuviera en su propio hábitat?

A su vez Oria Puppo capitalizó con maestría no sólo la arquitectura del espacio elegido, también fue su responsabilidad desnudar la sala en su faceta de construcción-desconstrucción, del mismo modo que se muestra el personaje de Arlt cuando se enfrenta y se sincera ante el público, para confesarle ese irracional estado en el que se encuentra, en el que ama y odia al mismo tiempo, con la impiedad con la que él mismo se retrata.

Calificación: Muy buena

Juan Carlos Fontana

Teatro Cervantes. Teatro Nacional Argentino. Libertad 815, 4.816.4224-4.815.8883 al 6 o www.teatrocervantes.gob.ar, viernes a domingos, a las 18.

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