No es la primera vez que Hugo Urquijo y Graciela Dufau ponen en escena esta pieza. Lo hicieron en 2007 y fue una de las primeras veces que se conoció un texto del autor irlandés Brian Patrick Friel (1929-2015) por estos lados. Luego las obras de este dramaturgo fueron cautivando cada vez más al público local, lo demuestra el hecho de que algunas de sus piezas se han puesto en escena más de una vez con elencos distintos, como ocurrió con “Danza de verano”.
En verdad la pieza se titula Molly Sweeny, pero para su estreno local se eligió “Ver y no ver”, ya que refiere a un trabajo del neurólogo inglés Oliver Sack, que sirvió de inspiración a Friel. En verdad no sólo Friel se inspiró en Sack. El director inglés
Peter Brook también lo hizo y en 1999, en el II Festival Internacional de Buenos Aires, se pudo conocer “The man who”, basada en el relato del científico inglés “El hombre que confundió a su mujer con un sombrero”.
CUENTO CON MORALEJA
La protagonista de “Ver y no ver” Any es una mujer que nació ciega, pero gracias a su padre, el no ver no le fue un impedimento para aprender el nombre de las flores, ni su perfume, ni tampoco su ubicación en el jardín familiar. Any se hizo mayor y aprendió una profesión y fue feliz a su manera. El disponer de los otros sentidos, pero no la vista, hizo que percibiera la vida desde otros ángulos distintos al resto de los humanos. Eso posibilitó que su padre y su marido y hasta su médico
oftalmólogo se compadecieran de ella e intentarán ayudarla, pero también los dos últimos colaboraron para que en una parte de su vida Any fuera desdichada.
Este “cuentito” que parece un melodrama ideal para la Disney, no resulta tal a partir del texto de Friel primero y de la exquisita, comprometida, minuciosa y por qué no dedicada elaboración que le dispensaron el equipo de esta nueva puesta en escena del escritor inglés, en el que comprometieron su cuerpo y oficio: Graciela Dufau, Arturo Bonín, Nelson Rueda, los actores, el director Hugo Urquijo y el escenógrafo Eugenio Zanetti.
El texto en apariencia resulta fácil porque cada personaje relata a su debido tiempo un monólogo en el que detalla las peripecias por las que atravesó cada uno, desde la misma Any, hasta su marido Martín o el oftalmólogo Wasserman.
El texto basado en un hecho real, señala y así lo expresa su protagonista: “ver no es lo mismo que comprender” y sobre este dilema ético y moral navega esta propuesta, que reivindica la sugestión que es capaz de despertar un relato contado desde tres puntos de vista distintos. Desde la persona que sufre el hecho y se convierte en víctima por la mezquindad de los otros, que tal vez sin querer, la obligan a aceptar y predisponerse a una ilusión que más tarde se transformará en desdicha, hasta
los que intentan ayudarla.
UNA REALIDAD MONSTRUOSA

Any por un instante en apariencia recupera su visión, según un marco más teórico que práctico, pero a partir de la ansiedad y la audacia de los otros que intentan convencerla de esta nueva posibilidad, ubican a la protagonista en un limbo, en el que ella misma lo expresa, se convierte en una exiliada de sí misma. Por ejemplo, el perro de su amiga, al que le dispensaba un gran afecto, al conocerlo en la realidad, le resulta un monstruo. De este modo ese reino que Any se había fabricado a partir de su imposibilidad de no ver se desmorona como un castillo de naipes.
Su marido Martín es un aventurero, un ser que ama el comprobar teorías ficticias, mientras que el oftalmólogo inmerso en su fracaso matrimonial y ético, acepta comprobar una dudosa teoría que al poco tiempo le arroja un resultado negativo.
“Ver y no ver” es una obra compleja, porque exige de cada personaje exponer una verdad que esconde otras intenciones. A la vez que exige una sutileza en los matices del relato que requiere de un equipo con gran oficio.
EQUIPO CREATIVO

Acá coincide un equipo muy creativo. Hugo Urquijo desde la dirección esquivo con gran acierto el costado de drama sensiblero en el que podía haber caído el relato y se inclinó por un melodrama de gran refinamiento escénico, en el que su protagonista, si bien es una víctima de las circunstancias que le imponen los otros, conserva una gran entereza, que se sostiene mediante un exquisito ensamble de matices emocionales, a los que Graciela Dufau sabe disponer con precisión matemática.
La actriz va definiendo a su Any ciega mediante una interpretación admirable. Cuando se la escucha es como si hablara la voz de su conciencia y si bien se percibe algo de resignación ante un destino adverso, eso no quita que demuestre una personalidad que roza lo poético en su contenido y forma de entender la vida y el destino que le tocó en suerte.
Martín en la piel de Arturo Bonín se erige como el aventurero leído, que intenta corroborar en la práctica lo que aprendió en la teoría, no importa si de humanos o animales se trate. Se mueve mediante un entusiasmo que no escatima nada para conseguir sus objetivos, aunque para lograrlos tenga que resignar la vida de su mujer. A este personaje el actor le entrega un encanto y magnetismo que resulta casi imposible cuestionarlo o culparlo. Es que acá ninguno de los personajes es culpable, cada uno obra de acuerdo a lo que la vida le fue demostrando.
Nelson Rueda, como el oftalmólogo Wasserman es un prodigio de sensibilidad y sensatez. Se lo ve mundano y a la vez conflictuado por la pérdida de un amor y de colegas que lo incitaron a emprender una nueva vida. Tal vez en su ceguera de intentar recuperar un prestigio que le fue arrebatado, él también se niega a ver una realidad que no es la esperada. A este papel Rueda le entrega una siempre acertada gama de emociones, cuyos matices permiten al público percibir sus más
sutiles contradicciones.
Urquijo dirigió con mano firme cada uno de los diálogos y supo guiar a sus tres excelentes intérpretes por unos textos que requerían que la palabra de los actores transportara al espectador a los lugares y sensaciones que se describen y eso está ampliamente logrado. La despojada puesta en escena dividida en tres planos en los que las proyecciones (con imágenes figurativas y abstractas elegidas por Eugenio Zanetti) remiten a distintos instantes de la pieza, sumado a tres sillas en primer plano y tres en un segundo espacio, definen un contexto que cuestiona con lucidez la condición humana y sus siempre vigentes contradicciones.
Calificación: Excelente
Juan Carlos Fontana
Ficha Técnica:
“Ver y no ver”, de Brian Patrick Friel. Tìtulo original: Molly Sweeny. Actores: Graciela Dufau, Arturo Bonín, Nelson Rueda. Concepto audiovisual y diseño del espacio escénico: Eugenio Zanetti. Diseño de vestuario: Sebastián Sabas. Selección musical: Graciela Dufau y Daniel Heffes. Dirección: Hugo Urquijo. Teatro: La comedia (Rodríguez Peña 1062, tel. 4.815.5665). Funciones: miércoles, a las 21; sábados y domingos, a las 18.