“La renuncia”. Diego Rosental, fascinante e inmerso en un ejercicio de baile que tiene algo de ritual, de las danzas ancestrales.

El baila solo. Está ahí en ese espacio vacío que él convierte en un círculo abstracto y en un cuadrado en el que ubica a los espectadores. En el centro se ilumina un envoltorio ¿una mochila? El observa el objeto, parece inspirarse en ese objeto misterioso. Otorgarle cierto poder. Inmerso en el destino colectivo e individual de su existencia, hace hincapié en el predominio de una cultura que lo acunó desde niño, pero quizás hoy, en el instante en que danza y que él convierte en presente decide renunciar. ¿A qué renuncia Diego Rosental? ¿A la cultura de sus ancestros? O al revés envuelve, apresa con la brisa abstracta que dejan sus movimientos, sus gestos y juegos coreográficos en el espacio, lo inaprehensible de un pasado milenario que lo envolvió, que dejó huellas en su cuerpo, en su piel y que hoy decide entregarse y olvidarse de lo mundano que lo rodea.

Allí está y alrededor estamos nosotros sentados observándolo. El no se inmuta, desoye nuestras ansiedades, nuestras impaciencias. Intenta imponerse sin hacerlo. Y lo miramos como ausentes, como queriendo entender o intentar traducir el significado de su danza, a la que en cada circulo que cierra y abre a la vez, le va sumando nuevos gestos. Abre brazos, los cierra, pisa con mayor potencia y firmeza, hace torsiones con sus pies descalzos. Sus caderas se mueven al unísono. Su gestos van in crescendo. Por instantes emite como un grito Ey! Ey! Ey!. Nos ilusiona con un cambio de postura que no viene. Pero a la vez nos envuelve en su círculo de circunstancias evanescentes que intentamos descifrar y él no lo permite. El bailarín parece encerrado en sí mismo. Pero a la vez, es cierto! Nos incita, nos provoca, nos envuelve con su entrega. Casi al final nos arrastra a su taciturna soledad. Y no podemos llegar a él es imposible. Si bien su danza parece inspirarse en un hecho colectivo, que recuerda tal vez, por decir algo, a la vorágine de los derviches, y parece ser parte de una cultura milenaria que con su baile festeja sus ancestros, nos deja afuera, siempre nos deja afuera. Tal vez lo hace para que en nuestra impaciencia de observadores reveamos nuestra propia cultura, la que sea, esa que aceptamos, polemizamos con ella, la repudiamos, o tal nos abrazamos en soledad a ella, como Diego Rosental lo hace con la suya.

Su danza ejerce una misteriosa fascinación. Se vuelve misteriosa, hipnótica, sugestiva, masculina y femenina a la vez, en las formas que dibuja abstractamente en el espacio. La música que recién se escucha en la mitad de este solo de danza, suena como una brisa que parece querer aclararnos algo. ¿Por qué siempre necesitamos entender? ¿qué avidez nos perturba para querer comprenderlo todo? Bienvenido sea que Diego Rosental se mantenga en las suyas y no despeje nuestras dudas. Nos deje con la intriga. Lo tomas o lo dejas. Así es su danza. La aceptas o la dejas. No hay términos medios. El final te conmueve. Pero ya es tarde, lo mejor es aplaudirlo y aplaudirlo. El sonríe calmo y se va presuroso no se sabe dónde.

Lo suyo, imaginamos, se relaciona con el Rikudim judío (danza del pueblo), danzas colectivas que implican un homenaje al folclore de los pueblos. Quizás tenga cierto parentesco en otro contexto, con las danzas colectivas al son de la música country que bailan los texanos. En verdad no sabemos si esto que decimos se acerca a este ritual que nos acerca este artista, coreógrafo, maestro de danza, director y bailarín, de una vastísima trayectoria. El prefiere no aclararnos nada. Sólo permite que observemos lo que hace y que reveamos en nuestro interior lo que nos sucede. Quizás al final quisiéramos unirnos a su baile y bailar con él, pero no nos invita. Diego Rosental baila solo. A nosotros espectadores sólo nos queda aplaudir, levantarnos e irnos y tal vez también cómo él a bailar solos en nuestras casas, o con nuestras familias. Un misterio a descifrar. Fascinante y real.

Calificación: Muy bueno

Juan Carlos Fontana

Ficha técnica:

LA RENUNCIA. Dirección e interpretación: Diego Rosental. Colaboración en dirección: Celia Argüello Rena. Asistencia y colaboración artística: Santiago Piva. Diseño de Iluminación: Ricardo Sica. Asesoramiento artístico: Fabián Díaz, Paco Fernández Onnainty. Asesoramiento en vestuario: Sharon Luscher. Co-producción: Fundación Cazadores. Apoyo de Prodanza. Sala: Espacio Callejón, Humahuaca 3759. Funciones: viernes, a las 22.30. Duración: 65 minutos. Entradas: $1.800.- jubilados y estudiantes $1.500. por www.alternativateatral.com.ar

RSS
Suscribirse
Facebook
Facebook
X (Twitter)
Visit Us
Instagram