Argentina, 1880. La Campaña del Desierto. Un comandante del ejército argentino, en un fortín, en el sur de la provincia, discute con una actriz europea, la representación de una escena de Hamlet, en la fiesta del 25 de Mayo, a la que asistirá el presidente de la Nación, Julio A. Roca.
Un hecho insólito, inconcebible, tal vez ´imprudente´ para la época. La idea de la pieza escrita con refinada ironía por Eva Halac tiene sus por qué: “escribí “La voluntad” (dice su autora en el programa de mano que le entregan al espectador, en la sala Santos 4040 -Santos Dumont 4040-, del barrio de Chacarita, en la que se representa, los sábados, a las 18) para un concurso del INT sobre el Bicentenario. Trabajé con imágenes de La guerra del malón del comandante Prado. Trabajé con imágenes de Sarah Bernhardt en gira por el sur argentino en tiempos de la Campaña del Desierto. Trabajé con mi experiencia de cruce entre actores y servidores públicos, entre civilizados y bárbaros, con los malentendidos que surgen de la distancia entre las ideas y las personas, entre las consignas y los hechos, entre todas aquellas situaciones donde parece haber agua al final de cada espejismo”.

POLITICA Y CULTURA
La obra fue publicada en 2010, por el Instituto Nacional del Teatro e ilumina con sutil humor la relación entre política y cultura y cómo esta última, a veces, a través de la ficción teatral en este caso, puede aportar quizás elementos más lógicos y humanos que el de aquellos que nos gobiernan.
La pieza hizo su debut en 2014 en Rosario. En 2017 su autora fue invitada por el Ente Cultural de la Provincia de Tucumán para presentarla junto con el Elenco Estable. Y en la actualidad es el director Hernán Márquez el que con gran lucidez eligió como espacio escénico la pista del circo criollo para su montaje.
Un contexto más acertado no podía ser, porque con el público ubicado en gradas, como en el circo, en ese espacio casi circular que conforma el escenario, la acción adquiere matices de comedia dramática circense, en la que con humor ingenuo e influencias de sainete, la historia parece ser atravesada por los fantasmas de la sangre de un Juan Moreira, hasta las astracanadas de un posible Pepino el 88, de José Podestá.
Porque en la arena de ese circo, la señora, como se denomina a la actriz, le dice al comandante, en un acto de absoluta valentía, que se niega a realizar la representación con sus actores en repudio al fusilamiento previsto para un joven desertor, un hombre que privado de su libertad y en estado casi de alucinación sin darse cuenta intentó fugarse para reencontrarse con su mujer y su hijo.
LOS JUEGOS DEL DESTINO
En ese contexto en el que esos dos representantes arquetípicos de la sociedad de aquellos tiempos pujan por hacer pesar sus opiniones divergentes, se pone en juego la ilusión de un grupo de hombres, los soldados, que asumirán el papel de improvisados actores, en un intento lúdico de exacerbar sus desdichas, ante un destino tan adverso, como el del acusado de deserción. Y es precisamente a este último al que finalmente intentará salvar la actriz mediante un truco teatral improvisado a último momento.
Con dos músicos -César Nigro y Martín Rodríguez- en escena que en los instantes más álgidos apuntalan la acción, la única mujer de este relato, pondrá en juego no sólo su femineidad, también su autoridad en pos de la vida de un hombre. En la búsqueda del desenlace el espectador asistirá sorprendido a un contrapunto creativo de un equipo de actores, que con convicción se pasean cómodamente por una variedad de géneros -varieté, circo, drama y clown- con absoluto compromiso y entrega.
LA PUESTA EN ESCENA
Catherine Biquard aporta una amplia gama de recursos en la interpretación de esa actriz que pone en juego su capacidad de convencimiento hacia ese esquivo comandante, interpretado con autoridad escénica por Mucio Manchini. Martín Caminos y Leandro Cóccaro, junto a Martín Rebechi y Julián Martínez definen sus personajes a través de situaciones que despiertan la risa y a su vez mantienen la expectativa del público ante el imprevisto desenlace final.
Con un ritmo sostenido y eficaces trucos escénicos, Hernán Márquez definió una puesta en escena que permite no sólo disfrutar de un exquisito texto en su elaboración, entramado y síntesis de sus situaciones, también en la exposición de un pasado que no parece haberse modificado demasiado a pesar de los años transcurridos, el que está muy bien expresado en el siguiente diálogo: “Señora: ¿qué es lo que festejan mañana?
Sgto. Sosa: la Revolución de Mayo. Señora: ¿la independencia? Sgto. Sosa: No es casi la independencia. Es la revolución. La revolución que sacó al gobierno español. Es como el comienzo de la independencia. Fue hace 70 años (la pieza, recordamos, está ambientada en 1880). Desde entonces, nos gobernamos solos a los ponchazos, pero somos libres”.
Calificación: Muy buena
Juan Carlos Fontana